sábado, 22 de agosto de 2009

FREUD: MALESTAR EN LA CULTURA







Aparecido en 1930, en este artículo Sigmund Freud plantea que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que esta controla sus impulsos eróticos y agresivos, especialmente estos últimos, ya que el hombre tiene una agresividad innata que puede desintegrar la sociedad. La cultura controlará esta agresividad internalizándola bajo la forma de Superyo y dirigiéndola contra el yo, el que entonces puede tornarse masoquista o autodestructivo.



1 Freud había escuchado decir de cierta persona que en todo ser humano existe un sentimiento oceánico de eternidad, infinitud y unión con el universo, y por ese solo hecho es el hombre un ser religioso, más allá de si cree o no en tal o cual credo. Tal sentimiento está en la base de toda religión. Freud no admite ese sentimiento en sí mísmo pero intenta una explicación psicoanalítica -genética- del mismo.

Captamos nuestro yo como algo definido y demarcado, especialmente del exterior, porque su límite interno se continúa con el ello. El lactante no tiene tal demarcación. Empieza a demarcarse del exterior como yo-placiente, diferenciándose del objeto displacentero que quedará 'fuera' de él. Originalmente el yo lo incluía todo, pero cuando se separa o distingue del mundo excterior, el yo termina siendo un residuo atrofiado del sentimiento de ser uno con el universo antes indicado. Es lícito pensar que en la esfera de lo psíquico aquel sentimiento pretérito pueda conservarse en la adultez.

Sin embargo dicho sentimiento oceánico está más vinculado con el narcisismo ilimitado que con el sentimiento religioso. Este último deriva en realidad del desamparo infantil y la nostalgia por el padre que dicho desamparo suscitaba.

2 El peso de la vida nos obliga a tres posibles soluciones: distraernos en alguna actividad, buscar satisfacciones sustitutivas (como el arte), o bien narcotizarnos.

La religión busca responder al sentido de la vida, y por otro lado el hombre busca el placer y la evitación del displacer, cosas irrealizables en su plenitud. Es así que el hombre rebaja sus pretensiones de felicidad, aunque busca otras posibilidades como el hedonismo, el estoicismo, etc. Otra técnica para evitar los sufrimientos es reorientar los fines instintivos de forma tal de poder eludir las frustraciones del mundo exterior. Esto se llama sublimación, es decir poder canalizar lo instintivo hacia satisfacciones artísticas o científicas que alejan al sujeto cada vez más del mundo exterior. En una palabra, son muchos los procedimientos para conquistar la felicidad o alejar el sufrimiento, pero ninguno 100% efectivo.

La religión impone un camino único para ser feliz y evitar el sufrimiento. Para ello reduce el valor de la vida y delira deformando el mundo real intimidando a la inteligencia, infantilizando al sujeto y produciendo delirios colectivos. No obstante, tampoco puede eliminar totalmente el sufrimiento.

3 Tres son las fuentes del sufrimiento humano: el poder de la naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo, y nuestra insuficiencia para regular nuestras relaciones sociales. Las dos primeras son inevitables, pero no entendemos la tercera: no entendemos porqué la sociedad no nos procura satisfacción o bienestar, lo cual genera una hostilidad hacia lo cultural.

Cultura es la suma de producciones que nos diferencian de los animales, y que sirve a dos fines: proteger al hombre de la naturaleza, y regular sus mutuas relaciones sociales. Para esto último el hombre debió pasar del poderío de una sola voluntad tirana al poder de todos, al poder de la comunidad, es decir que todos debieron sacrificar algo de sus instintos: la cultura los restringió.

Freud advierte una analogía entre el proceso cultural y la normal evolución libidinal del individuo: en ambos casos los instintos pueden seguir tres caminos: se subliman (arte, etc), se consuman para procurar placer (por ejemplo el orden y la limpieza derivados del erotismo anal), o se frustran. De este último caso deriva la hostilidad hacia la cultura.

4 Examina aquí Freud qué factores hacen al origen de la cultura, y cuáles determinaron su posterior derrotero. Desde el principio, el hombre primitivo comprendió que para sobrevivir debía organizarse con otros seres humanos. En 'Totem y Tabú' ya se había visto cómo de la familia primitiva se pasó a la alianza fraternal, donde las restricciones mutuas (tabú) permitieron la instauración del nuevo orden social, más poderoso que el individuo aislado. Esa restricción llevó a desviar el impulso sexual hacia otro fin (impulso coartado en su fin) generándose una especie de amor hacia toda la humanidad, pero que tampoco anuló totalmente la satisfacción sexual directa. Ambas variantes buscan unir a la comunidad con lazos más fuertes que los derivados de la necesidad de organizarse para sobrevivir.

Pero pronto surge un conflicto entre el amor y la cultura: el amor se opone a los intereses de la cultura, y ésta lo amenaza con restricciones. La familia defiende el amor, y la comunidad más amplia la cultura. La mujer entra en conflicto con el hombre: éste, por exigencias culturales, se aleja cada vez más de sus funciones de esposo y padre. La cultura restringe la sexualidad anulando su manifestación, ya que la cultura necesita energía para su propio consumo.

5 La cultura busca sustraer la energía del amor entre dos, para derivarla a lazos libidinales que unan a los miembros de la sociedad entre sí para fortalecerla ('amarás a tu prójimo como a tí mísmo'). Pero sin embargo, también existen tendencias agresivas hacia los otros, y además no se entiende porqué amar a otros cuando quizá no lo merecen. Así, la cultura también restringirá la agresividad, y no sólo el amor sexual, lo cual permite entender porqué el hombre no encuentra su felicidad en las relaciones sociales.

6 En 'Más allá del principio del placer' habían quedado postulados dos instintos: de vida (Eros), y de agresión o muerte. Ambos no se encuentran aislados y pueden complementarse, como por ejemplo cuando la agresión dirigida hacia afuera salva al sujeto de la autoagresión, o sea preserva su vida. La libido es la energía del Eros, pero más que esta, es la tendencia agresiva el mayor obstáculo que se opone a la cultura. Las agresiones mutuas entre los seres humanos hacen peligrar la misma sociedad, y ésta no se mantiene unida solamente por necesidades de sobrevivencia, de aquí la necesidad de generar lazos libidinales entre los miembros.

7 Pero la sociedad también canaliza la agresividad dirigiéndola contra el propio sujeto y generando en él un superyo, una conciencia moral, que a su vez será la fuente del sentimiento de culpabilidad y la consiguiente necesidad de castigo. La autoridad es internalizada, y el superyo tortura al yo 'pecaminoso' generándole angustia. La conciencia moral actúa especialmente en forma severa cuando algo salió mal (y entonces hacemos un examen de conciencia).

Llegamos así a conocer dos orígenes del sentimiento de culpabilidad: uno es el miedo a la autoridad, y otro, más reciente, el miedo al superyo. Ambas instancias obligan a renunciar a los instintos, con la diferencia que al segundo no es posible eludirlo. Se crea así la conciencia moral, la cual a su vez exige nuevas renuncias instituales. Pero entonces, ¿de dónde viene el remordimiento por haber matado al protopadre de la horda primitiva, ya que por entonces no había conciencia moral como la hay hoy? Según Freud deriva de los sentimientos ambivalentes hacia el mismo.

8 El precio pagado por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad por aumento del sentimiento de culpabilidad. Sentimiento de culpabilidad significa aquí severidad del superyo, percepción de esta severidad por parte del yo, y vigilancia. La necesidad de castigo es una vuelta del masoquismo sobre el yo bajo la influencia del superyo sádico.

Freud concluye que la génesis de los sentimientos de culpabilidad están en las tendencias agresivas. Al impedir la satisfacción erótica, volvemos la agresión hacia esa persona que prohíbe, y esta agresión es canalizada hacia el superyo, de donde emanan los sentimientos de culpabilidad. También hay un superyo cultural que establece rígidos ideales.

El destino de la especie humana depende de hasta qué punto la cultura podrá hacer frente a la agresividad humana, y aquí debería jugar un papel decisivo el Eros, la tendencia opuesta.

Y si esta tambien es una buena traducción, no como las de los libros mas baratos, hhaa y si pueden compren el libro vale la pena y sino para eso esta este post.


http://www.taringa.net/posts/ebooks-tutoriales/2889876/Freud:-El-Malestar-en-la-cultura.html

LA TERCERA PIEL

























Primera piel, La Epidermis.

Segunda piel, la ropa.

Tercera piel, la casa del hombre.

Cuarta piel, el entorno social y la identidad.

Quinta piel: El entorno mundial, ecologia y humanidad.








HUNDERTWASSER y sus cinco pieles

En 1953 en la casa de un amigo, Friedensreich Hundertwasser Regentag pintó su primera espiral. Este símbolo expresa su particular visión del mundo y su relación con la realidad exterior: “Esta relación se desarrolla por ósmosis, a partir de niveles de conciencia sucesivos y concéntricos respecto al yo interior profundo. El símbolo pictórico ilustra la metáfora biológica”. En el fondo de todo se encuentra el ser, la persona, sus deseos y temores; sobre esta, pero siempre girando entorno a ella misma, se van depositando capas de significaciones que lo relacionan con todo el universo. Estas pieles, muchas veces olvidadas, nos conforman como individuos, partes de una sociedad y miembros de un entorno natural. Estas pieles, cinco en particular, engloban todo el universo artístico del pintor-arquitecto-soñador austriaco Hundertwasser.

Primera piel: La epidermis

Hundertwasser significa “Cien aguas”, los otros dos normes que este artista eligió para si son: Friedensreich y Regentag, es decir - Hundertwasser entre el reino de la paz y el día de lluvia-. Dos de los estados de gracia con que se sentía identificado.

“La epidermis es la zona membranosa más cercana al yo interior, la que encarna la desnudez del hombre y del pintor”. Los discursos como “al desnudo” en 1967, reclamando el derecho a la “tercera piel”, no sólo enfrentaba a la sociedad sino que imponía el lienzo de los cuerpos para pintar en él lo que nosotros somos.

Esa primera piel no sólo es la de la epidermis sino la de la infancia: ese lugar en el que nos conformamos a nosotros mismos. Hundertwasser decide aceptar esa su primera piel: “Como hijo único, me sentía responsable hacia los demás, quería demostrarles que sabía pensar, actuar, ser… mejor”. Al aceptar esos defectos, esa primera piel, aprende a aceptarse a sí mismo. Así llega a su principal descubrimiento: El camino a la felicidad en la belleza, en el mundo de lo orgánico y de lo elemental.

Segunda piel: La ropa

Hundertwasser nacido en Austria en 1929 deja su país en 1949 para seguir su destino, o como dice para definirlo él mismo. Llega al Norte de Italia donde conoce a René Brô al que seguirá a París. En París descubrirá un circuito artístico paralelo y oculto al que regentaba la Escuela de París. En este círculo el arte tiene la sencillez y la experimentación del que está libre.

Hundertwasser fabricaba su propia ropa. Su figura desgarbada, con trajes realizados con fragmentos de diferentes telas, empieza a ser una figura familiar en las exposiciones y eventos. Su ropa denuncia los tres males de la segunda piel: - La uniformidad, la simetría en la confección y la tiranía de la moda -.

Tercera piel: El hogar

Esta es la más compleja de las ideas de Hundertwasser y a la que dedicó más tiempo a lo largo de su vida. Para explicarla es más sencillo recurrir a sus propias palabras:

El derecho a la ventana (fragmentos de diversos discursos): Algunas personas dicen que las casas consisten en paredes. Yo digo que las casas consisten en ventanas. El que vive en una casa debe tener derecho a asomarse a su ventana y a diseñar como le apetezca todo el trozo de muro exterior que pueda alcanzar con el brazo. Así será evidente para todo el mundo desde la lejanía, que allí vive una persona. Cualquier clase de diseño personal es mejor que la estéril muerte. Nuestras casas están enfermas desde que existen planificadores urbanos dogmáticos y arquitectos de ideas fijas. Todas estas casas, que tenemos que soportar por miles, son insensibles, carecen de emoción, son dictatoriales, crueles, agresivas, lisas, estériles, austeras, frías y prosaicas, anónimas y vacías hasta el aburrimiento. Nuestras ciudades son la realización de los caprichos dementes de arquitectos criminales que nunca hicieron el juramento hipocrático de la arquitectura: me niego a construir casas que puedan dañar a la naturaleza y a las personas. Un buen edificio debe lograr unir dos cosas: La armonía con la naturaleza y la armonía con la creación humana individual. Somos simples huéspedes de la naturaleza y deberíamos comportarnos consecuentemente. La naturaleza debe crecer libremente donde cae la lluvia y la nieve; lo que está blanco en invierno, debe ser verde en verano. Todo lo que se extiende en horizontal bajo el cielo, pertenece a la naturaleza. En las carreteras y los tejados deben plantearse árboles. La relación entre el hombre y el árbol tiene que adquirir proporciones religiosas. Así, la gente entenderá por fin la frase: la línea recta es atea.

A lo largo de su vida Hundertwasser diseñó, construyó y reparó edificios en diferentes países con su idea y discurso en mente. Emparentadas con la arquitectura de Gaudí y otros arquitectos, surgieron casas de departamentos, museos, iglesias ecuménicas, centrales térmicas, balnearios, jardines de infantes y restaurantes, siguiendo la línea, como aquella primigenia espiral, que rompe la línea recta y les da tanto al individuo como a la naturaleza, un hogar para amar.

Techos cubiertos de césped, paredes tachonadas de colores como un rompecabezas, ventanas desiguales, al igual que timbres y cerraduras, aprovechando de la variedad de la fabricación en masa, adaptándose a paredes y suelos irregulares y árboles inquilinos viviendo en los balcones, son las características fundamentales del - Médico de la arquitectura -, del “derecho a la ventana”.

Cuarta piel: El entorno social y la identidad

Hundertwasser fue hijo único pero siempre estuvo rodeado de un círculo de amigos íntimos con los que no sólo compartía la amistad sino que eran sus colaboradores en todos sus trabajos.

Para Hundertwasser la identidad no estaba conformada sólo por quien somos sino de quienes nos rodeamos, siendo la familia y los amigos el círculo menor ampliándose hacia la vecindad, la región y el país. Opuesto a la Comunidad Europea como una despersonalización en gobiernos y decisiones, abogó por la paz de Palestina creando una bandera que aunaba la estrella judía con la luna árabe en “Bandera de la paz para la tierra prometida”, buscando siempre la paz en esta identidad. También se dedicó a trabajar con elementos de identificación nacional como las banderas (diseñó una para Australia que eliminara la influencia de la Union Jack), estampillas e incluso matrículas de coche que dentro de la normativa respeten el origen regional de cada persona.
Quinta piel: El entrono mundial, Ecología y Humanidad

Ciudadano austriaco y de nacionalidad neocelandesa, hasta los últimos años de su vida Hundertwasser daba unas dos vueltas al mundo al año a bordo de su barco: Regentag (día de lluvia), para mantenerse al ritmo pendular del planeta. Sus campañas siempre trabajaron en pro de la ecología, contra el racismo y a favor de la paz sin adscribirse ni dejarse influir nunca por partidos políticos o tendencias ideológicas. Su obra siempre fue la obra del artista.

Desde los años 80 estuvo apoyando constantemente campañas contra la energía atómica, a favor del uso del transporte público, la plantación de árboles, la salvación de la lluvia. Una nueva forma de arte se plasmó en la producción masiva de carteles y posters de gran calidad para diversas campañas en diferentes regiones del planeta. Siempre trabajando y apoyando a diversas causas parece estar en todas partes. Porque él mismo sabe que el trabajo es enorme y que él no podrá acabar ni una mínima parte. Pero el trabajo que realice será su obra artística.

La quinta piel se extiende hasta el infinito.

* * *

Pero Hundertwasser a veces pesimista dice que la destrucción es inminente por nuestra apatía y desinterés por el planeta, pero pronto recupera la serenidad. En su manifiesto de 1979: “La Santa Mierda”, Hundertwasser ha dado el paso definitivo: “La mierda se convierte en tierra que se posa sobre el tejado – se convierte en hierba, bosque y jardín, la mierda se convierte en oro. El círculo se cierra y deja de haber desechos”. De esta misma manera el entorno mundial tiende también a ser la espiral: “El arte es el punto de partida y la meta a conseguir”.

El año 2000 Hundertwasser finalmente pudo descansar de su trabajo titánico, es enterrado, siguiendo su voluntad, sin un féretro que lo separare de lo tierra. Sobre el suelo de su sepultura, se plantó un árbol, según su creencia, ahora vive en el árbol que crece sobre el lugar de su regreso a la Gran Madre. Como toda su obra, él también corre en espirales, su obra comienza en el arte y en la tierra, y finalmente vuelve a ambos.


HUNDERTWASSER, el poder del arte. El pintor-rey con sus cinco pieles.
Pierre Restany
Taschen- 1997

LOS MANIFIESTOS DE HUNDERTWASSER
Harry Rand, Hundertwasser,
Benedikt Taschen, 1994

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